Las ganas de Mundial son palpables, están presentes en todos los aficionados al fútbol, incluso en sueños. Y, un sueño en concreto, el de ver a su capitán y su combinado con las manos sobre el trofeo Jules Rimet. Esas esperanzas, por muy vagas o difusas que sean, existen, y, en el caso de España, suelen cristalizar en forma de impotencia.
Cada vez que el recordatorio de una convocatoria nacional ronda el jueves anterior, el clima twittero y extrafutbolístico cambia con un calentamiento global propio. Siempre bajo el lema del presunto amiguismo que tiñe las convocatorias del asturiano, algo de lo que no se libra ni esta última. Y, nada más lejos de la realidad.
47 millones de entrenadores.
Desde la llegada de Luis Enrique a la Selección, todos entendieron – erróneamente – que no sería diferente a sus predecesores, que amoldaría su plan a lo que la matriz futbolística española le dotase. Ya ha demostrado que no ha sido, no es, y no será así.
Se ha repetido en multitud de ocasiones el mantra que reza que ‘La Selección es para los mejores’. Una falsa concepción de lo que es una Selección nacional, que escapa a criterios meramente objetivos como pueda aplicarse en Atletismo, sin ir más lejos. No se trata de confeccionar un All Star de jugadores españoles en el preciso instante, ni tomarlo todo con el cortoplacismo habitual.
En el caso de la mayoría de seleccionadores, y, en especial, el de Luis Enrique, su trabajo se tiene que basar en mayor proporción en la creación de un bloque sólido e inamovible. Un grupo angular de jugadores sobre los que moldear un plan concreto, pero, como el técnico ha demostrado ya sobradamente, nadie lleva un anillo de compromiso bajo su juramento.
En esa parte de confección volátil, los cambios no son solamente evidentes, sino también naturales. La calidad individual, así como el estado de forma, el trabajo previo, la confianza de Luis Enrique en ellos o la adecuación y coherencia con su plan son variables que influyen en una decisión y elección, y, cuyos motivos, nos guste o no, nunca sabremos a ciencia cierta. Pero, es ir con ellos o morir en el ostracismo.

Portería y defensa. Tierra de mártires.
En esta última convocatoria no ha habido modificaciones en cuanto a la nómina de guardametas españoles. Unai Simón, Robert Sánchez y David Raya. La posición de culpables por antonomasia y de héroes en capítulos aislados.
A priori, no da la sensación ni hay pruebas que indiquen lo contrario: Luis Enrique llevará a estos tres guardametas a Qatar. El principal damnificado es David De Gea. Protagonista de muchos de los puntos que recogió el Manchester United el curso pasado, pero cuya irregularidad mancha un historial inmaculado, pero con significativos pozos de oscuridad en el ámbito internacional. El eterno antihéroe de muchos aficionados, y la prueba de que un Mundial puede dictar sentencia a carreras completas.
Unos metros más adelante, la posición más inestable y de una relevancia clave en el sistema de Luis Enrique: el central. En este área se han creado la mayoría de los debates, tanto tóxicos como sanos acerca de la idoneidad de los n-ésimos sujetos. Pau Torres y Eric García repiten de nuevo, junto a ellos, Diego Llorente y Hugo Guillamón.
El de Villarreal y el de Martorell representan las dos figuras que tienen la mayoría de papeletas para partir como titulares en la cita mundialista. Por su facilidad para salir con el balón, su aportación para batir líneas y conducir por dentro, le resuelven incógnitas muy útiles a Luis Enrique. Las vacante y media restante – dada la predisposición del asturiano por Diego Llorente -, con la inconsistencia física de Laporte (sin jugar en lo que llevamos de temporada), la irregularidad de Íñigo Martínez, y la más que posible ausencia de Raúl Albiol y Sergio Ramos, queda en el aire, y no quedará libre de sospecha.
En las bandas, tanto Carvajal como Azpilicueta llevan la bandera por derecha tras la liberación de Marcos Llorente al centro del campo. Por izquierda,los focos de la duda se enfocan sobre Jordi Alba, sin protagonismo en el Barcelona y con dos compatriotas como Balde y Marcos Alonso despilfarrando esfuerzos para ganarse una llamada de última hora. Aun así, Gayà parte como titular hipotético, por la mejor capacidad asociativa y de liderazgo defensivo.

Las dudas de última hora.
Si hay un área donde podemos observar una continuidad clara y sin distinciones, la piedra de toque de ‘Lucho’, es en la medular. Repite una ristra más que consolidada con él: Busquets, Rodri, Koke, Pedri, Gavi, Carlos Soler y Marcos Llorente.
En la base de la jugada, Thiago parece la única baza que puede estar bajo la manga del cuerpo técnico, ausente por molestias físicas, pero con un protagonismo a la altura de su relevancia en el Liverpool, y con la paternidad de Luis Enrique sobre él. La misma línea sigue Fabián Ruiz, sin un hueco indiscutible en el PSG, se tambalea su presencia, con su compañero Carlos Soler delante, cuyo papel como revulsivo de control ha dado muchas variables a Lucho, pero con la continuidad de juego pendiendo de un hilo, puede ver su plaza retirada en poco o nada.
El resto del bloque es un pilar maestro, algo inamovible e incuestionable a los ojos de la planificación de los últimos 2 años. Nombres como el de Sergio Canales, Mikel Merino o Brais Méndez suscitan la eterna pregunta de la ausencia desmerecida, sobre todo del gallego, que ha dado un nivel soberbio basándose en una sencillez y rapidez de adaptación pasmosa, encajando y dándole vuelo, garra y control a Imanol a partes iguales. Habrá que tenerlo en cuenta si la lista acaba siendo de 26 futbolistas.

Gladiadores y pandas.
Cuando jugadores precisos sobresalen por encima de todos en cuanto a rendimiento ofensivo se refiere, las decisiones se tornan en epopeyas y montañas altamente difíciles de escalar. En esa coyuntura se encontraban Borja Iglesias e Iago Aspas, después de agujerear redes en La Liga. El panda ha conseguido la llamada. Junto a Morata, será el delantero de la Selección, pudiendo aportar muchas de las facetas que el jugador del Atlético añade a la coctelera y que con clave. Principalmente, su juego de espaldas y capacidad asociativa sin necesidad de tener de cara la portería.
Junto a ellos, posiblemente por su anarquismo e imperialismo futbolístico, no está Iago Aspas. Alguien que ha mostrado capacidad de resolver encuentros sin un protagonismo aparente, ni personal ni de la jugada en cuestión. Su naturaleza es el gol, pero no forma parte de ella su coyuntura en la Selección.
Por su parte, la otra novedad absoluta es la del pequeño de los Williams, Nico. Los rumores de Ghana atrajeron a su hermano Iñaki a jugar con los Leones del Desierto, pero él ha necesitado un menor intervalo de tiempo hasta ser parte de la élite española. Luis Enrique ve en él a su Adama particular, la pieza del puzzle con una morfología diferente en el juego, con desborde por fuera, hábil en la toma de decisiones desde el 1v1 y con una madurez táctica antinatural a su juventud.
La guinda continuista la añaden Sarabia, Ferran y Asensio, estos dos últimos, perfiles similares en sectores opuestos. Ser cuestionados está en su ADN, desgraciadamente, pero su aportación individual al colectivo es vital para ‘Lucho’, como lo sería la de Oyarzabal si su estado fuese el adecuado. Quien experimenta, por contra, una curva de aceptación exponencial, es Yeremy, que ha conquistado los corazones groguets, a Emery y a todo un país, sin contar con Gerard Moreno, de nuevo atacado por las lesiones. Todos ellos constituyen una lista de 25 que es la base capital sobre la que el Mundial dependerá. Las sorpresas serán en dos meses, y, entonces, volverá a agrandarse la vena de entrenador de barra en las frentes de los ciudadanos españoles del Planeta Fútbol.
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