Cincel y esencia rojilla – Alejandro Gallego

Inexorable, espléndido, característico… Todos ellos calificativos que podrían servir para describir las dos primeras jornadas de Osasuna en La Liga. Comienzos como este suelen llamar la atención de propios y curiosos, y, no es para menos, es la 2ª vez en la historia que el club rojillo goza de un pleno en sus dos primeros pasos en la élite, pese a sucumbir ante el Betis, cosechando su 2º mejor arranque en la categoría en su historia.

Desde su regreso al Olimpo del fútbol español allá por 2019, Osasuna ha tratado de romper con el paradigma impuesto que los convertía en un equipo defensivo y de carácter numantino. Una conjetura que siempre parecía estar viva y validaba la expresión que dice “siempre al borde, como el Osasuna”, nunca refutable, pero tampoco demostrable.

Y, el factor de la ecuación diferencial que este equipo necesitó para darle la vuelta a esa conjetura es el de Jagoba Arrasate. Con él, la vuelta de Osasuna a la élite tomó un color completamente diferente.

Dicho equipo que logró el ascenso y la permanencia en la 19/20, ha mantenido su columna vertebral, y el fútbol de los de Arrasate se podría catalogar ya como el de un equipo de autor, hecho a la imagen y semejanza del ideario de su tutor. Pero, sigue sorprendiendo cómo el vizcaíno ha logrado temporada tras temporada restablecer un nuevo paradigma: Osasuna es el 11º equipo por excelencia.

La personalidad no se negocia.

Un equipo de autor, personal, fabricado y sostenido por las ideas de Arrasate. Esa es la clara respuesta para afirmar los humildes éxitos de la mundana media tabla de La Liga.

Oteando los datos de rendimiento, podríamos observar que no hay una mejora significativa en cuanto a lo que efectividad ni control se refiere. Osasuna es un equipo cuyo margen de xG y creación de situaciones de peligro sufrió un severo bache en la 20/21, observándose un serio valle en la 20/21, pasando de +1.5 en G-xG y 1.87 acciones de gol por 90 minutos, a – 1.6 y 1.47 respectivamente.

De igual manera, su presencia en el área rival y en las zonas de peligro  disminuyó en consonancia de su temporada de debut con respecto a la 20/21. El equipo estaba en construcción, pero, dicha esencia que reside en la personalidad, también es intrínseca en el Osasuna que conocemos a una figura, la del Chimy Ávila.

Estos datos esconden tras de sí un pequeño engaño además de un patrón, esos meses durante los cuales el rendimiento en zonas de ataque, corresponden con la doble lesión de los ligamentos cruzados del delantero argentino.

Todo proyecto tiene un estandarte que lo identifique, un baluarte que represente todas las cualidades que su maestro le reclama, y que, en el fondo, es a su vez un reflejo de la personalidad del mentor y de la masa social tras la institución. Eso es el Chimy para Arrasate y para Osasuna. Fue su máximo goleador en Liga en el Siglo XXI en una vuelta, y, a su regreso, parecía no ser el mismo.

La garra, los movimientos de bailarina dentro del área y las cargas al segundo palo perdieron fuelle y fuerza, y el año pasado no tuvo esa relevancia vertebral. Aun así, el rendimiento mejoró; retornó a la época esplendorosa ‘Chimiesca’ con los matices de su descenso.

Y, un equipo el cual no es excelente en muchas de las facetas del juego, tiene que encontrar en lo anímico, la organización y el carácter inherente a su rumbo la solución a sus problemas. Ahí es donde se comenzaron a ver que las necesidades podían ser cubiertas, cuando el perfil filosófico de Jagoba Arrasate se transformó en alquimista.

Mármol oscuro y dominio frágil.

Delicadeza y valentía. Destreza e impulso. Disyuntivas complementarias que representan las dos caras de las Talia y Melpómene de Osasuna, hechas herramientas a merced de los cantos de Arrasate, y que se han transformado en su medio y método.

Con la calma de un escultor y la bravura de un leñador, Jagoba ha ido insertando en los cerebros de sus jugadores las ideas de que todo beneficio inicial crecerá exponencialmente. Que todo esfuerzo sobre el campo acaba repercutiendo positivamente, inculcando una cultura durante las diferentes situaciones del juego que ha acabado por mecanizar todo movimiento y rol sobre el césped de El Sadar.

Siguiendo esta metodología, ha labrado en piedra un equipo con varios fundamentos: la verticalidad espontánea pero precisa, dada la vía que sea, la presión alta para focalizar sus vías hacia el gol, ser un equipo exterior, organizado en parejas externas e internas para estirar y ocupar espacios por dentro, además de muy comprometido en los duelos y medido en cada nueva acción; activo cerca del área y con energía para cargar los diferentes frentes, todo regado con la organización que caracteriza su fútbol y un pequeño aderezo.

De esta forma ha conseguido relacionar directamente la causa de su método con la consecuencia de los resultados. Confiriendo la posibilidad de que su equipo se construya sobre unas bases muy concretas que se contagian a todos los futbolistas y fases del partido. Sin dominar ninguna zona del campo que resulte determinante, ha conseguido unificar todas sus superioridades en torno a su modelo, creando todo tipo de sinergias cuya evolución marca las relaciones entre bloques mayores. Un equipo tejido y entrelazado, disciplinado y firme, a la par que sutil y certero.

(Imagen: Zonas de dominio de Osasuna (azul) y rivales (rojo) de la 21/22 y 22/23 respectivamente)

Los pilares primarios de El Sadar

¿Y qué sería de un plan sin los medios para llevarlo a cabo? Otro punto algo pormenorizado pero clave en el desarrollo de una idea es la de mantener una columna vertebral, y eso se lleva al pie de la letra desde hace años en tierras pamplonesas.

La estructura y organización en el primer tercio del campo ha tenido en ella el elemento primordial para poner la primera piedra en la construcción de la plantilla de Osasuna. Jagoba siempre ha tratado de avanzar a partir de ese punto muerto, ya fuese trazando con 5 atrás (ganar amplitud en ambas fases para fijar exteriormente y potenciar las llegadas por dentro) o con 4 y rebajando el bloque unos metros – jamás en bloque bajo – (compactando el equipo en cierto espacio para permitir un desdoblamiento eficaz tras robo – verticalización – y la minimización de espacios en los saltos en campo propio).

Ahí es donde se erige la figura de David García, un hombre capital desde el regreso, que evita que el juego aéreo pueda ser una baza a explotar por el rival. Su naturaleza defensiva y más que correcto comportamiento en los duelos le hacen un obstáculo muy complejo de sortear, liderando además las presiones inferiores cuando el colectivo se abre y activa – líder en % de presiones acertadas de las 5 grandes ligas en la 20-21 y siempre cerca de los mejores registros-. Un jerarca que no ha soltado el brazalete de capitán ni el liderazgo de la zaga desde 2019, y no hay síntomas que indiquen que vaya a soltar dichos galones.

David García (Juan Manuel Serrano – Getty)

Revisando las últimas temporadas de LaLiga (e incluso de las 5 grandes ligas), es raro no encontrarlo en la parte alta de muchas estadísticas, dominando el feudo de Osasuna desde las alturas de los duelos aéreos ganados (con el porcentaje más alto), los tackles, las presiones acertadas, las intercepciones o los despejes.

Otra columna, sin decoraciones barrocas ni románicas, sobre la que se sostiene Osasuna, y con una basa de origen navarro, al igual que David García, es Jon Moncayola. Interior es su demarcación, como vertical y esencial es su juego y participación en el sistema de Arrasate.

Su irrupción, aunque moderada por la prudencia, ha seguido una línea exponencial y coincidente con la de su evolución. A su alrededor, mientras emblemas como Íñigo Pérez u Oier iban dejando el club, se ha creado uno de los fundamentos del Osasuna contemporáneo, el trivote central. Junto a Moncayola, Torró y Brasanac han ido conformando un trío de jugadores muy complementarios, y que cumplen con la especialización de funciones que Arrasate ha grabado a fuego en sus mandamientos.

De los tres, Moncayola constituye el mayor de los proyectos de futuro y presente. Es el más completo en el ámbito técnico-táctico: ocupa todas las alturas posibles, trabajando en defensa y activo tras robo para lanzar por dentro. Posee cada vez mayor capacidad de potenciarse por dentro con este trivote, pues tiene más libertad y habilidad para cubrir espacios, pero mantiene la calidad con balón que sus años como primera base le dieron. El carril diestro del medio es suyo, permitiéndole avanzar y pisar área, llegando con peligro, pero con un poso del que ha ido contagiándose con los partidos. Un box-to-box made in Pamplona.

Mapa de calor de Moncayola esta temporada.

DEL CINCEL AL LÁSER DE PRECISIÓN

Esa esencia configurada alrededor del espíritu del equipo ha ido atrayendo diferentes piezas que cada vez aportan más y mejores detalles y matices a los roles preestablecidos. Principalmente, este verano da vistas de ser un punto de inflexión en la mejoría de la plantilla rojilla.

De Villarreal llegaron dos nuevos pupilos, Moi Gómez y Rubén Peña, ambos con un ADN futbolístico diametralmente distinto pero, a su vez, que encajan como un guante de caza en este Osasuna.

El lateral abulense ha acumulado ya varias experiencias en La Liga, y una de ellas ha acabado resultando la más enriquecedora de todas ellas, ser una pieza clave del Eibar de Mendilibar. Aquello, aparte de ser su trampolín a Castellón, le inculcó unos valores fundamentales para Arrasate, unas facetas claras y bien orientadas.

Es popular y acertado que Osasuna es un equipo muy exterior, mezclando y resolviendo muchas de sus jugadas con 2v2 por fuera o habilitando carriles libres (algo que favorecen tanto el 4-1-3-2 como el 5-3-2) para los laterales. Ahí Rubén Peña adquiere un plus, con su impulsividad y movilidad – a veces desdichada, otras bendita – y su verticalidad. Su capacidad para subir la banda y permitir progresar y ganar profundidad a su equipo es clave, sobre todo, para ganar superioridades y crear la posibilidad de poner centros y crear desde ahí.

Si Rubén Peña es una pieza que sube un escalón y crea más variables, Moi Gómez es una mejora absoluta. En los tres partidos que se han dado, ha mezclado muy adecuadamente con los dos del medio, y el sistema ha mutado para darle un mayor protagonismo (Brasanac fuera), siendo ese interior de 3ª altura con licencia para descender y realizar caídas interiores y hacia fuera; pero, en conducción, también suple muchos de los aspectos que aporta Rubén García. Atrae contrarios, ocupa maravillosamente los espacios, y permite una solución por fuera para resolver con centros o encarar a puerta – aunque sigue pecando por poco atrevido-.

Se ha convertido en el líder del medio de Osasuna, con una importancia clave en apenas 3 partidos, aunque pareciese que lleve más de 50 bajo el brazo de Arrasate. Mejora las posesiones, activa presiones y mantiene alto el bloque en su sector, y todo eso se refleja en estadísticas.

Por último, la incorporación con más impacto y factor sorpresa de la Liga: Aimar Oroz. Otro producto de cultivo local que Arrasate comienza a pulir desde el minuto 1 de la 1ª jornada.

Su actuación en un estreno de campeonato fue soberbia y muy acertada, aportando un soplo de aire fresco a las caras de los aficionados de El Sadar. Congenió con el Chimy desde el primer instante, creando sus propias zonas de influencia tras el argentino y rebosando personalidad. En estos 3 partidos ha enseñado una gran capacidad para recibir y dar continuidad a la espalda de los medios rivales, ocupando los espacios que se abren desde fuera, estirando a Osasuna por dentro. En la 1ª jornada mostró una estadística asombrosa: no falló ninguno de los pases que realizó durante el partido, para acabar finalizándolo con un penalti que le quitó al propio Chimy para ganar ante el Sevilla.

Mapa de pases acertados de Aimar Oroz contra el Sevilla.

Estos primeros pasos en el periplo de Osasuna por La Liga 22/23 están dejando unas sensaciones de un equipo mejorado, que ha mostrado resiliencia y sumado puntos y goles con su columna vertebral protagonizando acciones fundamentales. Un colectivo liderado por un arquitecto vizcaíno de nombre Jagoba y de apellido Arrasate, que está tallando un conjunto sólido que colocar aún más arriba en el parnaso del fútbol español, cincelando cada vez más detalles en el friso de una escultura hecha sobre mármol rojillo.

Mapas de Opta (The Analyst) y Sofascore.

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