El pasado 28 de mayo fuimos testigos de una de los cierres más inevitables, predecibles y poéticos de la historia reciente del fútbol internacional. Un aura de invencibilidad sin precedentes que ha llegado a eludir, incluso, la crueldad que por naturaleza tiene el deporte.
El Real Madrid cerró el título de la UEFA Champions League de las remontadas increíbles. La quinta en nueve años. La seña final que recuerda a todo un continente el propietario de la máxima competición del fútbol de clubes, épica mediante.
En octavos, remontada frente al PSG tras dos partidos de dominación del oponente. Remontada en cuartos frente al Chelsea tras verse goleados en casa. Remontada frente al Manchester City después de casi 180 minutos eliminados para cerrar las semifinales. Por último, final ganada con milagros en portería y apenas dos tiros a puerta. Este camino hasta la orejona escapa a toda lógica.
París fue, tras la cancelación de San Petersburgo como sede, la ciudad que hospedó esta gran final de la Copa de Europa. Liverpool y Real Madrid se verían las caras en lo que ya es el duelo más repetido en finales (3 – 1981, 2018, 2022). Además, con 20 títulos entre ambos equipos -contando el que estaba en disputa- , sería la final de la Champions con mayor palmarés entre los finalistas.
Una previa demasiado larga.
Lo que tuvo que ser una fiesta del fútbol desde el minuto uno resultó ser una vergüenza a todas luces, tanto en lo referente a la seguridad como en lo que se refiere a todos los energúmenos que provocaron los altercados en los aledaños del estadio. Robo de entradas, peleas, gas pimienta y caos en el acceso al estadio, especialmente en la zona red.

Tal fue el descontrol de la seguridad en el acceso al campo, que el partido tuvo que ser pospuesto a las 21:36 hora española – más de media hora de retraso. Espectáculo de Camila Cabello, himno de la Champions y, finalmente, el partido.
Una final con equipo y medio.
Los primeros diez minutos de partido, siguiendo el guión de cualquier final, fueron de toma de contacto con el partido por parte de ambos equipos. Un aparente dominio de los de Ancelotti parecía indicar una final igualada y llena de ocasiones en ambas porterías.
El Liverpool terminó por hacerse con el dominio del encuentro. Posesiones largas, una presión alta abrumadora liderada por Sadio Mané, y muy buenas ocasiones en espacios cortos dentro del área blanca, siempre frustradas por el que sería indiscutiblemente el MVP del partido: Thibaut Courtois. Manos milagrosas a contrapié y agilidad impresionante para un portero de su tamaño.
Lo surrealista es tradición en esta Champions del Madrid y, en su primera ocasión del partido, tras un error extraño de Karim Benzema -después de un delicioso recorte sobre Alisson-, un balón rebotado acaba en las botas del propio Benzema para poner el 1-0 en el marcador. Sin embargo, no sin un parón de varios minutos por la revisión del VAR, el gol fue anulado por fuera de juego. Aviso a los de Anfield: el Madrid solo necesita una para ganar un partido así.
El descanso resultó no ser un cambio de peso en las dinámicas del partido, pues los de Klopp retomaron el dominio nada más regresar de los túneles de vestuarios. A los diez minutos del segundo tiempo, y por primera vez a excepción de alguna bicicleta de Vini, llegaron las brillantes individualidades del Real Madrid.
Cúmplase lo avisado en el no-gol de Benzema. Llega la segunda ocasión del Real Madrid. En una jugada brillante de Luka Modric´ y Dani Carvajal, el Madrid logró escapar de la alta presión del Liverpool y poner el balón en manos de Federico Valverde, al galope en banda derecha. Con un centro-chut (que el propio uruguayo reconoció después como un disparo errado), el pajarito logró asistir a un Vini Jr. que, a portería vacía, ponía el primer y último gol del encuentro. El gol del título.

Nueva etapa, más justificable que nunca, de dominio red en Saint-Denis. Cambios optimistas de Klopp y la llegada de los sospechosos habituales del banquillo del Madrid: Camavinga y Rodrygo saltan al campo.
Para cerrar la gesta, los de siempre haciendo lo de siempre. Incontables intervenciones de Courtois, gran desempeño de los centrales, nueva masterclass en salida de los centrocampistas, y carreras al espacio de los de arriba cuando fueran necesarias.
Con dos tiros a puerta y una de las mejores performances individuales de un portero en una final de Copa de Europa, el Real Madrid mantuvo sin aparente molestia la ventaja mínima para ganar en París su decimocuarto título. La poesía que rodeaba esta temporada de los blancos cerraba sin sobresaltos una Champions en la que el Real Madrid, simplemente -aunque de manera inexplicable- no podía perder.

Una generación irrepetible.
Tras esta final, son nueve los jugadores que se suman a la lista de pentacampeones de Europa. Marcelo, Isco, Kroos, Casemiro, Modric´´, Benzema, Nacho, Carvajal y Bale se acercan al récord de Paco Gento (6 Copas de Europa). Una generación brillante y exitosa solamente comparable a la de las primeras cinco que el Madrid alzó hace ya 60 años.
Es, también, el adiós de varios de los integrantes de ese grupo. Marcelo, Isco y Bale dejarán el club este mismo verano. Los tres dejan tras de sí un recuerdo valioso de su prime y aportaciones incalculables a varios de los cinco títulos blancos en la última década. Marcelo, además, se despide levantando por primera vez este trofeo. En todos los anteriores, tuvo que ver a Casillas y Ramos hacer lo propio.
Como siempre, y a por otra.
A modo de tradición, el Real Madrid vuelve a coronarse como campeón de Europa. Sin Cristiano, sin Ramos, sin Zidane, sin excusas para el resto. Imposible de explicar, tanto para fanáticos como para expertos. Karim, Luka, Courtois, Carletto, Vini, Rodrygo, épica, errores aprovechados y la narrativa perfecta. Para colmo, y en honor a la mentalidad de un equipo como este, con los ojos ya en la número quince.
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