Este domingo, de nuevo en ese horario que LaLiga se empeña en ponerle a los Clásicos para interrumpir siestas y sobremesas, hemos vuelto a disfrutar de la cumbre del fútbol español. De la rivalidad por excelencia. Otro Madrid-Barça.
Una vez más, nos tocaba un Clásico de toma de contacto. De calibración. Un encuentro anticlimático, muy lejos del mejor momento de ambos equipos. Un Madrid lento en Liga y sin éxito rotundo en Champions, y un Barça -aunque colíder en Liga- desahuciado en Europa. A una formalidad de retomar la ruta de la Europa League.
Todo apuntaba a un partido disputado en el Bernabéu, aunque con el rol de favorito a la espalda de los de Carletto. Un Barcelona con hambre y un Madrid con ganas de comer. Los de Xavi necesitaban ganar, y los locales no perder.
Partido acorde al guión de uno de esos encuentros que el Madrid gana por inercia. Sensación de dominio para el Barça, con un Madrid cómodo sin el balón. Consciente del poderío en transición con un inspirado Valverde y las piernas de Vini y Benzema. Más allá de la baja de Courtois, era un Madrid de gala.
Los de Xavi jugaron a optimizar recursos, con un Koundé a medio volver y Sergi Roberto en el lateral derecho. Un Barça con De Jong en vez de Gavi, pero muy reconocible. Tristemente reconocible en un centro del campo vacío, errores en la toma de decisiones en campo rival, y poco contundente en campo propio. Consiguieron sacar el -momentáneo- 2-1 con una chispa de esas que salen al juntarse Ansu Fati y Lewandowski. Ferran se aprovechó de la conexión de los anteriores para empujar el que sería su primer gol de la temporada.
El Madrid sacó a pasear su ya tradicional apisonadora engañosa. Esa que te hace pensar que has dominado e incluso merecido ganar, aunque no hayas tenido ninguna posibilidad de llevarte el partido. Esa que necesita solo dos oportunidades para marcar tres goles. Uno de Benzema, uno de Valverde y otro de Rodrygo desde los once metros para cerrar el marcador.
El equipo ha tenido fe y amor propio.
Xavi Hernández en zona mixta
La autocrítica no existe en el diccionario de Xavi Hernández. No existe, al menos, en lo que podemos interpretar de sus palabras. La Champions fue injusta con ellos. Sometieron al Bayern de Múnich. Sin el error arbitral, habrían ganado al Inter. Hoy han dominado al Madrid, lo han metido en su área. El equipo ha tenido fe y amor propio. Son un equipo en construcción.
Recordemos por un momento el revuelo causado por los comentarios de Koeman (totalmente acertados, y el tiempo le ha dado la razón) cuando dijo que no tenían equipo para competir. No olvidemos, tampoco, aquel «es lo que hay» o sus reflexiones acerca de jugar «tiki-taki». Comentarios de igual o hasta menor calibre que los de Xavi, y con mucho más fundamento.
Es la segunda temporada consecutiva que el Barça tontea con (y está a un no-milagro de conseguir) quedar eliminado de la fase de grupos de la Champions League. Esto no son los ridículos de Roma o Liverpool, en cuartos de final. Esto es anticiparse a ello y no clasificar a las eliminatorias siquiera. Aunque visto lo ocurrido con el Eintracht la pasada temporada, imagino que, de quedar eliminados en cuartos, preferirán quedarlo de la Champions.
Un complejo de inferioridad impropio de lo que merece el club. Un conformismo con ese brote verde que asoma entre los escombros que parece eclipsar lo vergonzoso de ser pisoteado. Ojos puestos en un medio y largo plazo sin solucionar el corto. El presupuesto de una mansión que un arquitecto sintecho pretende diseñarse.
Dejando a un lado, incluso, y si es posible, el destino económico de esta entidad hipotecada a largo plazo y al cumplimiento de objetivos desorbitados, parece haberse perdido el orgullo y la identidad de un equipo grande. Un gigante doméstico y continental que se alegra por «haber jugado bien» pese a haber sido destrozado por el rival.
Insisto en lo triste que me pone pensar en que, en el baloncesto, existe este paralelismo con Xavi Hernández. Sarunas Jasikevicius no da con la tecla. Se aferra a las sensaciones, las bajas y los inconvenientes para prometer y repetir que lo bueno llegará. Y, a la hora de la verdad, el Real Madrid (de Laso y de Chus Mateo por igual) se exhibe ofensiva y físicamente para arrebatar la esperanza a los de Saras. Una y otra vez.
Estoy de acuerdo con Xavi, al final lo que manda son resultados, pero este Barça ha creado mucha ilusión entre la afición.
Sarunas Jasikevicius, sobre la sección de fútbol del Barcelona.
Es desesperante haber perdido la ambición del Barça campeón en favor de un conformismo que roza el autoengaño. Una entrega total del rol principal en España al Real Madrid. Una rendición necesaria en una etapa anterior a la actual. Impropia de un Barça con gran inversión y grandes fichajes. Una actitud que no se le perdonó al Barça de Koeman, pero que resulta ser la bandera que ondea La Xavineta.
¿Cuánto crédito le queda a Xavi Hernández? Son dos años cayendo en grupos de Champions. Poca mejora en el campo, menos mejora en la actitud. Donde sí hay mejora, aunque no se refleje, es en la plantilla. Un equipo para competir que se ve ralentizado por el desesperado intento de volver a encontrar un Guardiola. Las vitrinas del Campo Nou no pueden comer de fe y amor propio.
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