El baloncesto europeo ha amanecido con la noticia de uno de los fichajes más grandes de su historia en lo que al puente directo desde la NBA se refiere. Kemba Walker será nuevo jugador del AX Armani Milano, según indican las todas las informaciones recientes.
El base neoyorquino ha tomado una decisión drástica en su carrera tras ser cortado por los Dallas Mavericks apenas un mes después de firmar por la franquicia tejana. Abandona el movimiento sin rumbo por el fondo de rotación de franquicias NBA para ser una de las grandes estrellas del baloncesto europeo.
La magnitud de la llegada de Kemba Walker a la Euroliga es, aún, una incógnita en lo deportivo. En lo icónico, en cambio, tenemos pocos precedentes con los que comparar este llegada. Aterriza en Europa uno de los mejores bases anotadores de la década pasada. El mejor jugador de la historia de una franquicia NBA. Un cuatro veces All-Star, y una de las leyendas más consolidadas de los tiempos recientes de la NCAA tras su paso por UConn.
Un jugador ganador y decisivo. Con un gen para los lanzamientos importantes. Un talento abrumador que nos hizo a todos olvidar que medía, solamente, 1,83. Una superestrella a todas luces, al que se le quedó pequeña toda una franquicia NBA. El encargado de sustituir a Kyrie Irving y Isaiah Thomas en Boston. Ese enanito con la ’15’ que anotaba 26 puntos por partido allá por la temporada 2018-19. Aquella temporada fue titular del All-Star e integrante del tercer mejor quinteto del año.
Su carrera es la envidia de cualquier base que se presente al draft. Es el máximo anotador histórico de la franquicia de los Charlotte Hornets (o Bobcats). Un anotador de alcance histórico, con un récord personal de 60 puntos en la NBA (37 en Playoffs). Sentó las bases del gran núcleo de los Celtics, a quienes acompañó hasta las finales de conferencia de 2020. Y es una de esas figuras que uno no puede quitarse de la memoria.
Un imán de imágenes icónicas desde el inicio de su carrera. Obligatorio recordar su canasta sobre la bocina para tumbar a Pittsburgh en los cuartos del torneo universitario. Kemba conseguiría ganar el torneo con once victorias consecutivas, y levantar el premio al MVP. Este es, posiblemente, el mejor stepback de la historia.
Dato curioso: el primer defensor de Kemba, antes del mismatch, es Brad Wanamaker, que fue su suplente en Boston. Base estadounidense que también tuvo una bonita aventura en Europa.
El mismo jugador que hace un mes anotó 32 puntos (junto a 7 asistencias y 5 rebotes) contra los Cleveland Cavaliers será el nuevo base del Olimpia Milano. Una decisión que no se puede entender con una interpretación más allá de lo deportivo. Kemba ha demostrado ser ambicioso, valorar su legado NBA, y apreciar el nivel de la Euroliga. Una bendición para el baloncesto europeo, y un golpe duro para el tabú que impide a grandes jugadores estadounidenses sin hueco en su país natal cruzar el Atlántico y triunfar en la segunda mejor liga del mundo.
Llega así a una Euroliga regentada por Eddy Tavares, aquel descarte de los Cavaliers que no piso las canchas apensa; por Markus Howard, que vino sin dudarlo tras intentar tímidamente hacerse hueco en los Nuggets; por Sasha Vezenkov, que ni se molestó en probar en NBA; por un Nikola Mirotic que volvió rebotado de Chicago y Milwaukee, pese a hacerlo medianamente bien allí, y pendiente de un Facundo Campazzo que vuelve como se fue a su aventura en Estados Unidos. Satisfará, por fin, la eterna duda del aficionado casual. ¿Qué haría un buen jugador NBA en Europa? Qué ganas tengo de descubrirlo.
Es un jugador de 32 años, por cierto. En edad completamente válida para un jugador de baloncesto competitivo, al que le puede quedar incluso un lustro al máximo nivel. Otro tabú que atravesar: asociar la longevidad con jugar en la NBA. Se convierte en ese baloncestista en peligro de extinción: all-star NBA sin pasado en ligas europeas que ficha por un equipo de la Euroliga. Lo hace con una ambición competitiva mayor que algunos precedentes recientes como Amar’e Stoudemire. Y con mucho más baloncesto en el tanque.
Una Euroliga moderna en la que encaja como un guante. Parece la expresión máxima del nuevo dominante por excelencia: el base bajo que produce sobre bote. Un anotador con rango absurdo, escurridizo con y sin balón, con gran visión de juego. Si funcionó con Mike James, Shane Larkin, Markus Howard y compañía, ¿qué dice que con Kemba no?
Estamos ante uno de los momentos más importantes de la historia de esta conexión intercontinental. A la espalda de Kemba Walker, decenas de potenciales curiosos que asomen el hocico en nuestro gran circo europeo. A su espalda, también, una censura mayor de aquello de jugar en Europa. Un duelo práctico a dos (y casi tres) bandas. El juez de un balance necesario entre sobrar en la NBA, triunfar en la Euroliga y cobrar en las ligas asiáticas.
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