La deshumanización del jugador NBA. Un llamamiento al cuidado de la salud mental.

“Honestamente, subestimé la salud mental. Tenía ansiedad y un poco de depresión”.

Paul George se confesó ante el público durante la celebración de los Playoffs de la burbuja, en Orlando, sin compañía ni afición. PG13 se enfrentaba a su primera aparición en postemporada desde su llegada a Los Angeles. El escolta, que venía de ser tercero en la votación por el MVP en Oklahoma, tuvo su peor rendimiento individual en Playoffs desde su tercera temporada en Indiana (2012). Los Clippers acabarían perdiendo en las semifinales de conferencia ante los Denver Nuggets de Jamal Murray y Nikola Jokic, con una pobre aportación de Paul George, con 10 puntos en el séptimo encuentro de las series.

“Westbrick para mí ahora es vergonzoso. Está afectando a mi nombre y mi legado para mis hijos”.

Russell Westbrook es uno de los casos más significativos en la deshumanización de los jugadores NBA. Uno de los bases más exitosos de la historia reciente, MVP de 2017, y el único jugador en promediar un triple-doble en temporadas consecutivas, se ha convertido en el hazmerreír de toda la liga por su (no tan exagerada) bajada de rendimiento. Desde su traspaso a Los Angeles Lakers, sus estadísticas han pasado del estatus de superestrella, a las de un sexto hombre. Su mixtape de malas decisiones y malos lanzamientos le hicieron ganarse ese mote, Westbrick, un juego de palabras entre su apellido y brick (ladrillo).

«Son un montón de cosas personales y familiares. Prefiero dejarlo ahí».

Kyrie Irving, durante la temporada 2020/2021, se perdió varios partidos alegando que no estaba bien respecto a su salud mental, y que necesitaba un descanso. A pesar de pedir perdón al equipo y aficionados, una innumerable cantidad de odio cayó sobre sus espaldas con el pretexto de falta de profesionalidad.


Estas son solo tres ocasiones en las que jugadores de la NBA se han pronunciado sobre su salud mental. Kevin Love fue el primero en declararse sobre el tema, en un artículo titulado ‘Todos estamos pasando por algo’, que envió a The Players’ Tribune en 2018. En este hablaba sobre cómo había estado lidiando por muchos años con la ansiedad y el estrés, e incitaba a todo el mundo a abrirse sobre su salud emocional.

Este momento marcó un antes y un después en la NBA. Muchos jugadores comenzaron a abrirse sobre su estado mental y la liga fundó la plataforma NBA Mind Health. Una serie de medios como documentales o artículos a través de los cuales se intenta acabar con la deshumanización de los jugadores y concienciar a las nuevas generaciones sobre la importancia de mantener la salud mental.

Además de los tres jugadores mencionados previamente, muchos otros se han abierto al mundo sobre su salud mental, mostrando al mundo que por muchos millones de dólares que puedas llegar a ganar, lo más importante sigue siendo mantener un estado emocional estable. Otro jugador que se sumó a Kevin Love fue DeMar DeRozan. El actual jugador de los Chicago Bulls se pronunció sobre su estado mental, comentando que padecía depresión, principalmente por las críticas y el estrés. Un tiempo más tarde confesó que lo que más le ayudó a superar esta crisis fue sincerarse sobre el tema.

Por otro lado, uno de los casos más recientes es el de John Wall, y es que siguiendo los pasos de Kevin Love, el base de los Clippers también se sinceró con The Players’ Tribune. En su artículo habló sobre como su lesión en el tendón de Aquiles y la muerte de su madre le llevaron a tener pensamientos suicidas. Unas declaraciones muy duras que provocaron un gran impacto en la liga.

«En un momento dado, pensé en quitarme la vida».

John Wall, en su artículo para The Players’ Trubune


Los jugadores no han tenido siempre la voluntad para hablar libremente sobre su salud mental. Jerry West, por ejemplo, reconocido por ser uno de los mejores jugadores de la historia de la liga y por ser el hombre detrás del logo de la NBA, reveló en su biografía como tuvo que madurar a través de sus propios traumas e inquietudes juveniles.

«Nunca pensé en nada más que en ganar. Y estaba tan inmiscuido en la tarea de ganar, que dejé de disfrutar de ganar. Porque cuando ganas, empiezas a pensar en el año siguiente«.

«Esta mezcla de auto-odio, fracaso, y baja autoestima me inundó cuando jugaba al máximo nivel y lo disfrutaba. Es algo que tuve que sobrellevar, y con lo que sigo lidiando».

Jerry West, en West by West, su autobiografía (con Johnathan Coleman)


A pesar de todo, aún queda mucho por mejorar, no solo por parte de la NBA y las franquicias, sino sobre todo por la manera de actuar y pensar de los aficionados. Hace ya casi dos años, Draymond Green habló en una rueda de prensa sobre como la NBA deshumanizaba a los jugadores sin importar la salud mental de estos. Ponía de ejemplo las faltas de respeto recibidas por jugadores como Andre Drummond, al cual por esa época querían traspasar los Detroit Pistons, y él, mientras todo esto se hacía público, tenía que seguir actuando con profesionalidad. James Harden, tras pedir un traspaso a los Houston Rockets, tuvo que lidiar con toda clase de insultos de propios y ajenos, además de burlas relacionadas con sus hábitos y su apariencia física. Existen infinidad de casos cuando los equipos ponen en la lista de traspasos a decenas de jugadores sin importar la reacción de estos (Blake Griffin en Los Angeles, rookies traspasados sin debutar…).

Cabe recalcar que este artículo está cimentado en aquellas experiencias que conocemos, sirva así como llamada de atención por todas aquellas historias que no hemos podido escuchar. Deshumanización del jugador, invasión de la privacidad, exigencias competitivas y profesionales, pérdida de control sobre el futuro, constante incertidumbre. Exposición al público cada vez desde más jóvenes, incluso antes de entrar en la liga; véase el ruido alrededor de prospectos como LeBron en 2003, Zion en 2019 o Wembanyama en este mismo año. Queda mucho por recorrer en esta faceta del baloncesto. Y no hay nada peor que no querer tratarlo.

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