Mi sonrisa era de honor; junto a mí, mi hermana, la única con derecho a sentir esa medalla aún más. Muchas veces se banaliza el sacrificio, el esfuerzo infernal, y más en deportes como la ‘sincro’. Aprendí tal valor de ella. Intentar mínimamente replicar alguna de sus rutinas me llevaría al hospital más cercano seguramente. Y ni siquiera es una nadadora federada. Poner precio al sacrificio no es justo. Este deporte es ‘artístico’ en todos sus aspectos: capas de complejidad y trabajo se esconden bajo una coraza de purpurina, pelos tirantes y sonrisa obligatoria. Reside ahí la importancia de este metal para la cantera española, en el mensaje, de esperanza y resiliencia, que manda. Que la piscina no acabó en Londres.

No es oro todo lo que reluce. No lograr una medalla no tiene por qué ser un desastre. El éxito, al igual que efímero, es escaso. Y aún más, en los Juegos Olímpicos, al ponerse en valor un trabajo de un ciclo de cuatro años, el contexto previo es imprescindible para evaluar el resultado de cada deportista. En ello pensé el otro día al observar, agradecido, cómo la natación artística volvía a subir al podio olímpico 12 años después. Yo entonces era un crío, ni siquiera lo viví conscientemente. Ojalá haber podido.

Las nadadoras españolas posan con sus medallas de bronce (Lavandeira Jr. via Agencia EFE)

Los aficionados a la Fórmula 1 bien lo sabrán: los cambios de reglamento ofrecen ventajas y resquicios a los más astutos y rápidos. Estos Juegos Olímpicos han sido los primeros en juzgar bajo el nuevo reglamento del World Athletics impuesto en 2022, y que debutó en el Mundial de 2023 en Fukuoka. Se pasó a tres rutinas, incluyendo una acrobática al margen de las rutinas técnica y artística, mayor penalización a los errores, y la simplificación de los baremos – elementos e impresión artística – y el ensanchamiento del jurado – 16 jueces y mayor especialización-. En aquel entonces, después de la exclusión de Rusia de las competiciones, y el cambio de formato trajo consigo ventajas para las selecciones menores. China y Ucrania, las otras dos grandes tiranas del ciclo, apenas pudieron adaptarse, y España y Japón se infiltraron en lo alto del medallero. El cambio dinamitó lo previsible del deporte, y con ese impulso el conjunto español afrontaba París.

El primer día era el relevante para marcar la vara de medir. La prueba de rutina técnica, la más estricta y con mayores elementos fijos, pero la especialidad española a priori. El ‘Mambo’, la ‘trademark’ española, la rutina más compleja de la prueba (51.250 de dificultad, 6 más que en Doha), sonó, inmaculado, en el centro acuático de Saint-Denis, y consiguió evitar las ‘base marks’ (penalizaciones) tras la revisión. Así se consagró. Segundas, las mejores del resto de nuevo – al igual que en Doha en febrero -, en una prueba en la que China ya se desmarcó en dirección al oro. La primera piedra del camino estrechó el cerco de las medallas junto a Japón y Estados Unidos. 5 puntos de diferencia entre el chocolate y la plata. Precisamente esa distancia era ínfima: cualquier acrobacia fallida mandaba al traste el margen. Ahora la artística podrá ser más justa, pero es más volátil que siempre. La estrategia nunca importó, ahora la dificultad previa y las ‘coach cards’ marcan el límite.

La advertencia se hizo realidad 24 horas después en la rutina libre. El riesgo de España eran algunos de los elementos fijos en todas las rutinas. La temática, su ‘Aladdin’: había que frotar la lámpara del genio y pedir los tres deseos. A falta de una última acrobacia final, dicho movimiento no fue lo pulcro que indicaba su tarjeta original, por tanto: restricción de puntuación y pérdida de dificultad. La capitana Txell Mas ya había avisado de que la selección no contaba con una acróbata para esa acción, al contrario que el resto de selecciones. “Asumir el miedo al fallo” es de lo que hablaba la estadounidense Anita Fuentes, y así lo hicieron para colocar un colchón de 10 puntos sobre las españolas. Japón, la amenaza, tampoco hizo los deberes. 

Un 4º puesto sabía a dignidad tras todo lo que se podía haber perdido. En otras ediciones, España hubiese sido bronce. No obstante, seguía habiendo 5 puntos de única separación, y llegaba lo más temido, las novedosas acrobacias. Por primera vez en unos Juegos, ha habido una tercera “batalla” para dirimir los metales. Esta adición, además de incrementar el riesgo matemático, lo ha hecho con el riesgo físico. En estos Juegos se ha constatado que el baile de cisnes ha perdido la sutileza y es ahora más una batalla naval.

La selección española durante la rutina acrobática (via Agencia EFE)

El último y definitivo día, el espíritu del ‘clutch’ debía ser el guía de las nadadoras de Mayuko Fujiki. Tercera rutina, pero la misma que en el Mundial de Doha, entonces fueron quintas. 4 puntos más de dificultad, y al ritmo de ‘Eminem’, y su ‘One shot, one opportunity’. Una auténtica declaración de intenciones. Finalmente, cumplieron. El resultado fue un derroche de garra y expresión artística que acompañaron a unos elementos lo suficientemente pulcros como para evitar las ‘basemarks’. Otro 4º puesto aseguró el triunfo parcial de España. Japón pinchó. Y así, la natación artística volvió al podio olímpico, con el bronce al cuello, 12 años después. Txell Mas, Iris Tió, Alina Ozhogina, Lilou Lluís, Marina García Polo, Paula Ramírez, Txell Ferré y Blanca Toledano. Ellas han conseguido suceder a una generación dorada, que es poco factible que podamos volver a experimentar, aunque su misión no debe ser replicarlas. Más bien, es la de prometer un futuro mínimamente iluminado, que cimente alrededor de este bronce para aspirar al máximo a medio plazo.

Ona Carbonell fue la maestra de ceremonias en la final de estos Juegos Olímpicos. A muchos seguramente nos dio un vuelco el corazón. Los recuerdos sangran siempre por algún lado. Las generaciones ‘doradas’, privilegiadas en talento, esfuerzo, casi siempre en ambas, detrás de sus éxitos, corren el riesgo de dejar vacíos mayores que sus victorias. El público español suele ser ajeno a la realidad de muchos deportes menos reconocidos, respetados y valorados como la natación artística. El riesgo de ser injusto con las nadadoras por no hallar resultados, es alto. El Olimpo es muy exclusivo, debemos ser conscientes de ello. 

Pasados los años, valoro incluso más lo que ese grupo de nadadoras hizo para nuestro país, y para el ecosistema de la sincronizada mundial. Miren a Andrea Fuentes, la más laureada, y la responsable de haber inculcado una mentalidad diferente en Estados Unidos en torno a la artística. La ha revivido, y de eso habla su primera medalla olímpica en ‘sincro’ desde Atenas 2004. Ni hablar cabe de que la supremacía china en esta disciplina también se está forjando, con Rusia al margen, con firma española. No sé cómo se valorarán los ‘métodos’ de Anna Tarrés en Pekín. La frialdad y perfección chinas brillaron en la piscina de Saint-Denis, y le dieron el cetro que tanto ansiaba a la catalana.

Anna Tarrés celebra junto a la selección china el oro en París 2024 (via Cordon Press)

La instantánea entre Anna, Andrea y Mayuko Fujiki, es el eco de aquel sueño de Pekín y Londres. Debe servir como recordatorio, para público y directivos de la RFEN, que hay una base que explotar, porque el talento se puede convertir en estructural, y no hay que mirar muy lejos para comprobarlo. Ona clavó el bastón de mando en la piscina con un sentido: el relevo acaba de comenzar, sepamos aprovecharlo.