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Los Juegos Olímpicos de París 2024 han sido portal para la eternidad de muchas grandes estrellas del deporte mundial. La consecución del Golden Slam de Novak Djokovic con su oro ante Carlos Alcaraz, los oros número ocho y nueve de Katie Ledecky, el pleno de Corea en el tiro, el cuarto oro de Teddy Riner al ganar los equipos mixtos del judo para Francia, el quinto oro consecutivo de Mijaín López en la lucha, y mucho más. El legado de innumerables figuras ha salido reforzado de esta cita olímpica; en muchos casos, con carácter histórico e incluso rozando lo irrepetible.
En gran parte de estos casos, en los que siempre existen excepciones como Summer McIntosh -por poner una-, el paso a la eternidad tiene relación directa con la longevidad. Quien más y durante más tiempo gana, más grande es. Lo bonito de los Juegos Olímpicos es la enorme variedad de disciplinas y, en lo que la chilena Tania Zeng hacía su debut olímpico a los 58 años en el tenis de mesa, un grupo de niñas irreverentes lucharon por el oro en la disciplina que más se presta a lo efímero y lo frenético: el skate femenino.
En la primera semana fueron las chicas del street, que consiste en trucos y rondas completas en las que se interactúa con obstáculos que replican las calles, protagonizaron una competición agónica. Allí, la brasileña Rayssa Leal repitió medalla tras su plata de Tokio y se colgó el bronce en París a los 16 años (enero de 2008), detrás de las jóvenes japonesas Coco Yoshizawa y Liz Akama, ambas del año 2009. La remontada de la brasileña tanto en la clasificación como en la final en un día complicado para ella es ya parte de la historia de este joven deporte olímpico, que no conoce un podio sin ella. En Tokio, curiosamente, también fue acompañada por dos japonesas: Momji Nishiya (2007) y Funa Nakayama (2005). Juntas, protagonizaron el podio más joven de la historia de los Juegos Olímpicos.
El park, la categoría en la que se se compite en un skatepark especial mediante rutinas contrarreloj donde hay que incluir tantos trucos como sea posible, suele ser más espectacular. En Tokio 2020, al igual que en el street, hubo un doblete japonés en el podio. Sakura Yosozumi (2002) y Cocona Hiraki (2008) fueron oro y plata, mientras la mediática británica Sky Brown (2008) se agenció el bronce. Las dos últimas medallistas, que no cumplirían los 16 años hasta París 2024, se citaron entonces por el oro al final del ciclo olímpico. Y ninguna de las dos falló de camino a la capital francesa.
Desde allí abajo (down under), sin embargo, un aún más joven talento decidió que no sería tan fácil para Hiraki y Brown verse las caras por el oro en los Juegos Olímpicos de 2024. La prodigiosa Arisa Trew, nacida el 12 de mayo de 2010, se propuso aguar la fiesta de las medallistas defensoras antes incluso de cumplir los 14 años, y puso las cartas sobre la mesa antes de la ignición del pebetero parisino. Antes, incluso, de que la llama olímpica atracara en las costa mediterránea francesa. De madre japonesa y padre galés, nacida en Cairns pero entrenada en la Gold Coast australiana, el talento de Arisa Trew no tiene precedentes en su deporte.
Si eres aficionado al skate, le veneras. Si eres aficionado a los videojuegos -y prometo que no estoy cambiando de tema-, seguramente le conoces y le respetas. Tony Hawk es por consenso el mejor skater de todos los tiempos, pionero y creativo, capaz de cargar con la imagen de un deporte entero a la espalda y hacerlo relevante. La serie de videojuegos a su nombre -aquí el nexo- ha sobrepasado la escandalosa cifra de 1,4 miles de millones de copias vendidas. El factor arcade de la franquicia Tony Hawk aficionó a millones de jugadores de todo el mundo, pero creó, también, una expectativa insaciable alrededor de los skaters profesionales, que a muchos les resultan menos impresionantes tras clavar un giro de 1440 grados en la PlayStation 2 -quién lo diría-.

La línea de lo imposible es difícil de trazar cuando se trata con una figura como la de Tony Hawk, creativo y capaz de aterrizar todo truco humanamente posible. A su paso, la creación de una eterna línea de seguidores e imitadores que adoptan lo que ahora conocen posible en su arsenal. Si bien en el skate masculino esta lucha es constante y, por la propia naturaleza del deporte, se acaba superando al que ha sido el mejor de la historia, cuando esto se traslada al femenino, es algo más complicado de dimensionar. El 23 de junio de 2023, en el Tony Hawk’s Vert Alert, evento celebrado en Salt Lake City, la treceañera Arisa Trew completó una hazaña inconcebible: se convirtió en la primera mujer en la historia en aterrizar un giro de 720 grados en competición. Es decir, dio dos vueltas completas sobre sí misma antes de volver al suelo skate mediante. Tony Hawk, testigo de la proeza y causante de la relevancia de este truco, que aterrizó por primera vez en el año 1985, quedó completamente alucinado con el talento de la joven australiana, a la que ha bautizado no-oficialmente como la siguiente gran estrella del skate mundial.
Según las cuatro ruedas del monopatín de Arisa Trew tocaron el suelo, su 720 dio la vuelta al mundo. La viralidad en redes -total, todo sea dicho- fue la mínima de las consecuencias. Este histórico truco fue el principal argumento por el que la australiana recogió el Premio Laureus a la mejor deportista de acción en la gala del año 2024, en Madrid. Siguiendo los pasos de Sky Brown, compañera de disciplina que ganó otro Laureus -al regreso del año- en 2022, Arisa Trew se convirtió en la primera skater femenina en ganar este premio; la primera -contando a hombres- desde Bob Burnquist en el año 2002. Voló desde su Cairns natal hasta Madrid para recoger el premio unas semanas antes de cumplir catorce años. Una de las galardonadas más jóvenes de la historia de los Laureus.
Entre park y vert, Arisa Trew cosechó cuatro oros de los X Games en su senda hacia los Juegos Olímpicos de París 2024: dos en California 2023 y dos en Ventura 2024. Junto a los metales, otra histórica hazaña viral entró en el currículum de la skater antes de terminar la Olimpiada: si 720 grados no eran suficientes, Arisa Trew aterrizó, en mayo de 2024, un giro de 900 grados: dos vueltas y media. Lo hizo en un half-pipe -que es el tipo de rampa, un tubo cortado a la mitad en horizontal, vaya- y a muy pocos días del 25 aniversario del primer 900 jamás registrado, de Tony Hawk en los X Games de San Francisco en 1999. Desde aquel salto, por cierto, Hawk repitió esta rotación hasta 2021, a los 48 años. En el vert, los hombres ya han llegado a las rotaciones de 1080 y hasta 1260 grados; tres y tres vueltas y media respectivamente. En mujeres, 25 años de espera hasta la llegada del prodigio oceánico, que dio un golpe sobre la mesa al publicar el vídeo de su 900, subiendo a su mochila el peso de ser candidata a todo en los Juegos Olímpicos de París, los primeros de su carrera deportiva; los cuartos de su vida -vida, vida, sí: solo ha visto de Londres en adelante-.
La final del park en París no fue un evento más. La exhibición dorada de las niñas de los Juegos Olímpicos tuvo el final más frenético que el loco más caprichoso hubiera podido guionizar: las tres medallistas hicieron su mejor puntuación en la tercera y última ronda. Allí, menos de un punto separó a las tres clasificadas. Las protagonistas, las esperables: Cocona Hiraki, plata en Tokio; Sky Brown, bronce en Tokio; y Arisa Trew, la sensación mundial del skateboarding. Con permiso de nombres como la talentosa quinceañera española Naia Laso, a la que las lesiones no permitieron competir por medalla, la lucha por el título olímpico era cosa de tres.
El primer golpe lo asestó Hiraki al abrir la contienda con una ronda de 91,98 puntos. El oro iba a ser muy caro. En la segunda ronda, roles invertidos, Brown (91,69) y Trew (90,11) se adentraron en los noventa con rondas que rozaron la perfección, muy arriesgadas para tener registros que no aseguraban medalla en la primera ronda. Menos de dos puntos entre las tres primeras; suspense total. Hora de arriesgar al máximo y, seguramente, ver errores.
Arisa Trew, Sky Brown y Cocona Hiraki se olvidaron de la parte de los errores y nos regalaron la mejor última ronda de la historia olímpica del skateboarding. La australiana, que fue quien estrenó la ronda, hizo gala de su indiscutible don para rotar sobre sí misma y flotó por el skatepark parisino a base de 540s en cada alto. Un par de kickflips en vuelos altos y una seguridad abrumadora por todos y cada uno de los rincones del recorrido -lo cual se premia- aseguraron a la oceánica la mejor puntuación de la tarde: 93,18 puntos que le catapultaron a la primera plaza y a la silla caliente en la que hubo de esperar a los resultados de sus compañeras y rivales. Aprovecho para recalcar la hermandad entre las skaters, que se animan mutuamente y celebran el éxito ajeno como si no complicara la gloria propia.
Sky Brown limó las impurezas de su segunda ronda y cerró su final olímpica con una puntuación de 92,31 puntos, que le aupó provisionalmente a puestos de medalla de plata, por encima de los 91,98 de Hiraki en primera ronda. Antes de celebrar la medalla hay que saber de qué color es. Trew y Brown se reunieron alrededor del skatepark para ver la última rutina del día: Cocona Hiraki a por la medalla de oro. En un estado de trance total, todos los presentes vieron a la japonesa volar por París, sin errores, para cerrar una última ronda cercana a la perfección. Hiraki baja del monopatín y el silencio invade la grada: todo, desde el oro hasta el bronce, en manos de los jueces. La cifra final fue de 92,63 puntos, entre la marca de Sky Brown y Arisa Trew. Plata para la japonesa, bronce de la británica y oro de la australiana.
Debería haber tenido 10 años en el debut olímpico del skate. A causa del COVID, lo vio con 11 años, y el siguiente oro olímpico de park femenino ahora está a su nombre. El primer 720 de Tony Hawk cumplió 25 años el año en el que ella nació, y aun así se convirtió en la primera mujer en completarlo, cómodamente antes del 40 aniversario del truco. Hoy, con 14 años, posa con un oro olímpico en la mano y un Premio Laureus y cuatro oros en X Games en su historial. Arisa Trew ha logrado alcanzar la eternidad en su deporte antes de entrar en lo que España sería 2º de la ESO. Lleva media vida haciendo skate, aunque eso son tan solo siete años. Su viaje en el deporte acaba de comenzar y ya ha conseguido alcanzar la cima.

La superioridad y la precocidad sumen a los grandes entre grandes en una lucha contra los libros de historia -véase Mondo Duplantis-; un ojo en los que compiten contigo hoy, y otro en los pasos de los mejores de todos los tiempos. Las siguientes posibles metas de Arisa Trew parecen ficticias. Para innovar en rotaciones tendría que aterrizar un 1080 -¡Y de paso superar a Tony Hawk!-; para ampliar su palmarés tendría que volver a conseguir un Laureus, el premio más prestigioso del deporte mundial, o repetir oro en el deporte más precoz y en el que las competidoras antes caducan de la historia de los Juegos Olímpicos. Una de sus grandes luchas, contra la caducidad, verá sus frutos de camino a la cita olímpica en casa que espera: Brisbane 2032. Para entonces, tendrá 22 años y, por loco que parezca, sería realmente impresionante que llegara siendo competitiva a esos Juegos como local. Por no hablar de lo peligroso y propenso a lesiones graves que es este deporte.
Hasta solventar estas incógnitas -que, francamente, pretendo que simplemente me sorprendan cuando vayan cayendo-, Arisa Trew sonríe desde la eternidad, abraza a sus compañeras y le quita peso a lo que consigue. Vuelve a casa, surfea, patina y se divierte para certificar el que es el cliché más estereotípico del skateboarding. Efectivamente, es más que un deporte; es un estilo de vida. Un estilo de vida que nunca, aunque lo intente, podrá ya olvidar su nombre.

